Carla, becaria Victor Hugo

"Siempre y en todas las instancias sólo fue cuestión de preguntar, y así fui comprendiendo la dinámica de las cosas e integrándome a la sociedad francesa, o a la de esta región en particular"

La elección del destino fue bastante azarosa. Yo quería seguir mi formación académica y hacer una investigación dentro de este marco, entonces busqué maestrías en Argentina pero ninguna iba exactamente con lo que me interesaba. Así que empecé a ver en el exterior. Encontré una en la universidad de Franche-Comté que estaba propuesta dentro de una convocatoria de una beca, que se llama beca Victor Hugo. Apliqué a la beca y quedé. Por lo tanto el para qué estuvo antes que el destino en sí. Cuando llegué acá me di cuenta que fue un azar muy conveniente y que nada es absolutamente casual, pero eso ya es otro cantar.

La ciudad a la que llegué para hacer mi Master en Théâtres et Cultures du Monde es Besançon. Una ciudad estudiantil que queda en la región de Franche-Comté, al este de Francia, a dos horas de la frontera con Suiza. La ciudad es de tamaño mediano, pero tiene espíritu de ciudad chica. Cosa que creo que colabora mucho para alguien que viene del exterior, en pocas semanas uno ya conoce lo suficiente como para sentirse “como en casa”. Los habitantes del lugar están bastante acostumbrados a tratar con extranjeros por ser una ciudad que cuenta con uno de los centros de idiomas más importantes de toda Francia.

Hay millones de diferencias con la Argentina, pero uno encuentra varias convergencias también. Una de las cosas que más impactan es el ritmo de la ciudad, tan distinto al nuestro. Acá los negocios cierran a las 19 horas y las líneas de colectivos dejan de funcionar a medianoche. En relación a las cuestiones administrativas o académicas, encontré mucha gente dispuesta a ayudarme y explicarme las cosas del funcionamiento que no entendía. Siempre y en todas las instancias sólo fue cuestión de preguntar, y así fui comprendiendo la dinámica de las cosas e integrándome a la sociedad francesa, o a la de esta región en particular. Eso sí, nunca pude cenar a las 7 de la tarde.

La experiencia es un cúmulo de aprendizaje en mil niveles diferentes. Creo que hace falta que pase mucho tiempo para realmente comprender la huella que una experiencia de este tipo puede dejar en una persona. Principalmente me gustaría decir la posibilidad de aprender una lengua y como uno piensa el mundo de una manera completamente distinta desde la construcción del lenguaje; después, la gente que uno conoce, teniendo a la familia lejos los amigos empiezan a volverse familia, y más allá del intercambio con franceses creo que el gran valor de la experiencia fue encontrar amigos de Latinoamérica que ya son como hermanos.