Federico, Ciencias Sociales, Paris
"... Es una experiencia única, de entrega, reconfiguración y autoconocimiento que será un punto de inflexión en su vida personal y su recorrido académico."
Yo soy Federico, tengo 25 años, soy egresado de la carrera de sociología de la UBA y actualmente desarrollo estudios de posgrado en París. Al haberme formado en la carrera de sociología de la UBA, la influencia del pensamiento francés fue central en mis años de estudiante de grado. Entonces nació mi interés en venir a Francia para continuar mi posgrado acá, con la intención de continuar un doctorado. Desde esos primeros años y esas primeras lecturas tuve la convicción de que un día llegaría el momento en que vendría a estudiar a Francia y focalicé mis esfuerzos para generar las condiciones a fin de que así ocurriera. Este año, finalmente, ese trabajo de años tuvo su recompensa y pude lograr el objetivo.
Al llegar a París tenía una imagen idealizada de la ciudad a partir de la literatura, el cine, mismo el tango. Sin embargo es una ciudad de la cual uno tiene que hacer su propia experiencia, más allá de todo lo que se pueda imaginar. Es una ciudad que lo tiene todo y eso desconcierta, pero con tranquilidad uno puede encontrar su espacio. Como toda gran ciudad, es una ciudad de contrastes: la aristocracia mundial, la burguesía local, la masa de estudiantes de todos lados, los inmigrantes, los más excluidos y por sobre todo ¡los parisinos! La Universidad es todo lo que siempre esperé, aunque sólo puedo hablar de la ENS de Cachan y la Universidad París Sorbonne Paris IV. Acá uno dispone de todos los recursos que necesita para trabajar, al menos en ciencias sociales. Uno puede acceder al material que le haga falta, puede consultar todas las bases de datos que precise y puede demandar entrevista con los profesores que uno quiera para apuntalar el trabajo cotidiano o disipar dudas. Sin duda el clima universitario de la ciudad es muy motivador y estimulante. Y la actividad cultural es incomparable, aunque Buenos Aires sea muy intensa también. Cines, teatro, música, debates, realmente sobran planes y hay que saber elegir.
París es totalmente diferente a Buenos Aires. Hay otra urgencia, otra velocidad; la ciudad ofrece otras formas de contacto entre las personas, más distante y formal. Pero es al principio, la cotidianidad genera confianza y la distancia inicial puede volverse complicidad. Los parisinos parecen de otro mundo, siempre apurados, siempre suspirando ante cualquier cosa que los saque de la rutina, más que contagiarse hay que saber reírse de esas escenas. La comida es otra experiencia increíble. Los olores, los sabores, las texturas, son bastante diferentes e interesantes de aprender a disfrutar. Lo del “queso, baguette y vino” no es mito, es la realidad; creo que hay que saber compartirlo e importar nuestros “gustos” para contribuir a una ciudad multicultural y abierta a las novedades.
Todos aquellos y todas aquellas que tengan una pequeña curiosidad de lo que sería venir, les aconsejo que hagan todo lo posible para lograrlo. Es una experiencia única, de entrega, reconfiguración y autoconocimiento que será un punto de inflexión en su vida personal y su recorrido académico. Más allá de lo que luego pueda ocurrir, ya no será igual para quienes se animen. Son decisiones que a veces cuestan, pero que en el largo plazo generan cambios, aperturas de espíritu a partir del contacto con otra cultura y las miles de culturas que habitan Francia. Es una experiencia de crecimiento personal e intelectual, que cada uno o cada una que tenga una pequeña convicción debería seguir, para después no enfrentarse a la pregunta ¿qué hubiera sido si…?